La silenciosa lengua de las plantas
- Sergio L. Marrugo
- 22 abr 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 24 abr 2019
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Hoy hablaremos de un tema que, como dice uno de los profesores que más admiro “me partió la vida en dos”. Es revolucionario, cargado de ciencia, pero también de significado y magia. A decir verdad, ¡Me muero de ganas por hablar de esto!
En esta entrada, entérate de cómo las plantas logran comunicarse entre ellas… sin que nadie las vea, porque todo ocurre bajo el suelo
Casi toda mi vida he considerado a las plantas como seres llenos de una sabiduría innata, que de muchas formas es incomprensible para el ser humano. Las estrategias que emplean para cumplir sus ciclos de vida son impresionantes porque involucran la participación de los más variados tipos de organismos, insectos y mamíferos entre ellos.

Los colores, aromas y formas, como los de las flores y los frutos, son señales para los polinizadores y los dispersores de las semillas.
Estas señales en esencia, tienen la función de atraer a otros seres vivos para que cumplan tareas que son beneficiosas para la planta, quienes a cambio suelen recompensar a sus valiosos colaboradores.
Lo mismo ocurre en las raíces, en ellas diversos compuestos químicos son producidos y enviados al suelo para atraer microorganismos benéficos, quienes ayudan a las plantas a crecer y a reproducirse.
En los suelos hay bacterias, hongos y virus que pueden causar enfermedades a las plantas, por eso algunos de los microorganismos benéficos ayudan a repeler a los indeseados patógenos.
De hecho estas interacciones son tan variadas y asombrosas que los biólogos nunca podrán alcanzar a estudiarlas a todas en detalle.
Sin embargo, poco a poco se ha empezado a entender otro tipo de comunicación que tienen los seres verdes. Sutil y silenciosa, como todas sus estrategias de vida, las plantas mantienen una fluida conversación subterránea entre sí.
Pero antes de entrar en el meollo del asunto, vale la pena explicar unos cuantos detalles previos.
Resulta que con algunas excepciones, todas las plantas terrestres tienen en sus raíces una interesante asociación con diferentes grupos de hongos, la cual es llamada micorriza.
El verdadero cuerpo del hongo es una red de finos filamentos, comparables en apariencia a la tela de araña. Dichos filamentos, llamados hifas crecen entre el suelo al igual que las raíces de las plantas, por eso rara vez son vistos.

En esta asociación las hifas se conectan a la raíces de la planta. Cuando la conexión ocurre, el hongo actúa como una extensión de estas y la ayuda a tomar agua y nutrientes del suelo que de otra forma no estarían disponibles. Como recompensa, la planta sirve al hongo parte del producido de la fotosíntesis, es decir, muy valoradas sustancias energéticas como los azúcares.
Como en esta interacción ambas partes se benefician, se le considera un ejemplo mutualismo y se cree que sin esta, las plantas nunca pudieron haber salido del agua a conquistar la tierra, hace más de 400 millones de años. Por cierto, un poco antes de que nuestros ancestros —seres con una mezcla de pez y anfibio— decidieran salir a explorar la tierra firme.
La primera vez que los científicos se dieron cuenta de esta asociación fue a mediados del siglo XIX, pero las primeras incursiones para entender la función de ésta no ocurrieron sino hasta finales del mismo siglo.
Sin embargo, más de cien años pasaron para que se descubriera por primera vez un conocimiento que está revolucionando la forma en la que entendemos los bosques y la vida en general.
Aquí les dejo una animación corta que puede ayudar a aclarar el tema de las micorrizas
En el año 1997 Suzanne Simard, una científica canadiense, demostró que no sólo la planta y el hongo tienen un intercambio constante, sino que, por medio del hongo diferentes árboles podían enviarse sustancias nutritivas derivadas de la fotosíntesis. Esto es posible porque un mismo hongo puede conectarse o colonizar las raíces de diferentes plantas.
De ese primer estudio resaltaron dos cosas. La primera y más importante, que los árboles pueden enviarse sustancias directamente los unos a los otros y la segunda es que dicha “comunicación” solo se dio entre especies nativas. O sea, aquellas con una historia de vida compartida durante miles o quizá millones de años. Lo cual implica además, la capacidad que tienen los árboles de reconocer con certeza con quienes más forma micorriza su amado hongo.
Claramente la “poligamia” en este caso no es problema ni para las plantas ni para los hongos.
En contraste, las especies que no eran nativas vivían, en palabras de la propia Dr. Simard “en un mundo aparte”.
Después de aquella investigación inicial, se descubrió que las plantas no solo se envían azúcares, sino también agua y toda clase de nutrientes para ayudarse las unas a las otras. Como una madre que amamanta a sus hijos, un árbol es capaz de reconocer a las pequeñas plantas originadas de sus semillas y las provee con agua y nutrientes para crecer.
Se ha descubierto además, que dependiendo de la temporada del año un árbol le proveerá alimento a un árbol de otra especie, sobre todo si este se encuentra pasando por un periodo de escasez. Como una transacción de favores, le devolverá lo recibido en una temporada del año distinta.
Inclusive, sustancias empleadas como señal de alarma, para indicar la presencia de herbívoros, pestes y patógenos fueron identificadas. Es como si tu vecino te avisara cuando hay algún problema en la movilidad de la ciudad, naturalmente, cada quien toma medidas para evitar llegar retrasado a su destino.
Lo mismo hacen las plantas, se preparan para contrarrestar a los herbívoros o patógenos, esperándolos con un cóctel de químicos tóxicos y así evitar las peores mordidas.
Por la importancia de esta asociación, se piensa que afecta profundamente la forma en la que los bosques alrededor del mundo funcionan, la forma en la que estos se expanden o disminuyen. Inclusive su futuro y la evolución de las especies de plantas involucradas.
Ciertamente, los árboles nos dan una gran lección de cooperación, de la cual no sé tenía idea hasta hace poco.
Esto va en contravía a la asunción de que la competencia es la que prima en la evolución de los seres vivos. Nos hace ver a un bosque no como un grupo de árboles independientes entre sí, sino como un conjunto de organismos que viven entrelazados, en la cual las acciones que se ejerzan sobre uno de ellos puede tener efectos en los demás.
En ese sentido, el bosque se vuelve como un "super" organismo. Inclusive la ciencia ficción ha ilustrado esto de forma similar.
En la película Avatar, todos los seres vivos podían comunicarse entre sí y las raíces de las plantas generaban sinapsis nerviosas que transmitían información constantemente entre árboles. La conexión misma causaba la unificación de la consciencia y con esto la posibilidad de saber en primera persona las experiencias que tuvo otro ser vivo, sin ser ese ser vivo. Lo que se le hacía a uno se le hacía a todos.
¿Será que las plantas tienen algo así como una consciencia unificada gracias a las micorrizas?
No lo sabemos, ni parece que lo descubriremos pronto, pero siempre se vale soñar e imaginar, sobre todo cuando esas ideas que nos vienen a la mente nos motivan a descubrir cosas nuevas, a actuar de forma respetuosa con todos los seres vivos y a encontrar mejores soluciones a los problemas que nos aquejan como humanidad.
No obstante, no todo es color de rosa. A medida que se han ido entendiendo estas interacciones, también se ha descubierto que las plantas pueden enviarse sustancias químicas que impiden el crecimiento de otras.
Aunque, no se conoce bajo qué condiciones se da este comportamiento, lo cierto es que cada especie sigue luchando por sobrevivir en la naturaleza, pero esto no es un proceso caótico, sino algo que suele contribuir a la estabilidad del mismo ecosistema.
Como dijo Thanos en The Avengers, “Perfectamente equilibrado, como todo debe estar”.
De la misma forma deben de estar equilibradas las acciones humanas, porque aunque no podemos establecer comunicación directa con las plantas, ellas nos dan oxígeno, medicinas y alimentos. Son el hábitat de cientos de miles de especies de animales y protegen las fuentes de agua.
Quizá una de las pocas formas que tienen de decirnos algo es a través de su belleza e imponencia. Como la que tienen los gigantescos árboles viejos, quienes sin decir palabra se ganan nuestro respeto y admiración.
O como la pequeña flor que nace entre las grietas del pavimento y brillantemente florece, llevando color y encanto a los lugares grises e inhóspitos ¿Quién sabe cuántos secretos más están esperando que descubramos? ¿Estaremos prestos a escuchar lo que sin palabras nos quieren decir?
Referencias:
"How trees talk to each other"- Charla TEDx por Dr. Suzanne Simard https://www.youtube.com/watch?v=Un2yBgIAxYs&t=39s
Gorzelak MA, Asay AK, Pickles BJ and Simard SW. (2015). Inter-plant communication through mycorrhizal networks mediates complex adaptative behaviour in plant communities. AoB Plants. 7: plv050; doi:10.1093/aobpla/plv050
Gilbert L and Jonhson D. 2017. Plant-Plant communication through common mycorrhizal networks. Advances in botanical research. Vol 82. Elsevier.
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