La valiente maternidad de la Osa Hormiguera
- Sergio L. Marrugo
- 22 abr 2019
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 25 feb 2021
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Matilde caminaba lentamente y respirando con dificultad. Sus pasos eran pesados y todo su cuerpo se encontraba fatigado. El calor del día tampoco la ayudaba, la temperatura del aire sobrepasaba los 30 grados Celsius.
Sintió su vientre estremecerse con violencia. Eran contracciones. Bajo ese día de sol incandescente, tendría que dar a luz. Debía hacer su último esfuerzo. Buscaría un refugio entre los matorrales para poder parir a su criatura con tranquilidad, alejada de la vista de sus enemigos naturales.
Su embarazo había llegado a término con normalidad. Alrededor de seis meses habían pasado. Las osas hormigueras como ella, tenían que parir a sus crías de pie. Se sostuvo lo mejor que pudo y empezó el lento y doloroso proceso.
Matilde era una osa hormiguera de la especie Myrmecophaga tridactyla, también llamada popularmente como Oso hormiguero gigante u Oso palmero. A pesar de esos nombres, estos animales no tienen parentesco cercano con los osos que son retratados comúnmente en la televisión. De hecho, se encuentran mucho más relacionados con los lentos perezosos.
Cuando las labores de parto acabaron, era ya de mañana. Estaba orgullosa de su bebé, pero muy agotada. Tendría que tomarse un tiempo para descansar y amamantar por primera vez a su recién nacido.
Estaba muy contenta, la cría se veía sana y fuerte. Notó que su pelaje entre negro y gris y su cola larga de pelos rebeldes, eran iguales a los de ella. Incluyendo, las franjas de pelo negro y blanco que ascendían oblicuamente, desde sus patas delanteras hasta la parte dorsal de sus hombros en el lomo. Su bebé era una réplica perfecta de ella en miniatura.

Su tarea principal como madre era la de enseñar al pequeño cómo comportarse como oso hormiguero. Era consciente de que la cría necesitaría estos conocimientos para valerse por sí misma al crecer. Las madres como ella cargaban con sus crías en el lomo durante diez meses para protegerlas de peligros. Terminado ese tiempo esperaba que la pequeña e indefensa criatura tuviese todo lo necesario para independizarse de la madre.
La osa hormiguera no había descansado bien, sin embargo, debía ponerse de pie y salir a buscar alimentos. El hambre que experimentaba era apremiante. No le importaba si era de día o de noche puesto que su sentido de la vista era muy pobre. Al contrario que en los seres humanos, la vista para los de su especie tiene un uso secundario, su medio principal para orientarse en el mundo a través de bosques y llanuras es el olfato.
Como todos los osos palmeros, Matilde amaba comer hormigas y termitas. Estas aportaban casi la totalidad de su dieta. Esos pequeños insectos eran abundantes en todas partes, por lo cual, no debía ir demasiado lejos para hallar un buen bocado.
Salió de los matorrales al frescor de la noche sabanera. Ella personalmente prefería vivir en las zonas de llanuras no demasiado lluviosas, aunque sabía que algunos de su especie eran moradores de amplios sectores de selvas húmedas en los trópicos de América. Ella por su parte, había logrado apropiarse de un terreno amplio, el cual le proveía todo lo necesario para subsistir. No veía la necesidad de mudarse de aquel sitio en la sabana.
Deambuló un rato en la oscuridad, hasta que percibió el aroma de algo delicioso. Se le hacía agua la boca. Trató de apurarse, pero era un animal de movimientos lentos por naturaleza. Sus patas delanteras poseían grandes garras para cavar en termiteros u hormigueros. Como estas deben mantenerse siempre afiladas para ser útiles, Matilde debía caminar lentamente sobre sus puños.
Muchas de las características más sobresalientes sobre el cuerpo de ésta y de todos los demás osos hormigueros gigantes, tienen que ver con poder acceder a su alimento de forma más eficiente. Quizá, el rasgo físico más distintivo de estos animales es la apariencia extrañamente alargada que toman sus rostros. Sus mandíbulas no tienen dientes. Se encuentran modificadas y forman una especie de tubo, que más que boca, parece un embudo, dándole la forma ideal para introducirse en el nido de los insectos que cazan.
Al introducir su boca en los hormigueros, Matilde estiraba su larga y delgada lengua. Con ella y su saliva pegajosa, atrapaba a todos los insectos que se atravesaban su camino.
Solía visitar cientos de nidos diariamente en su territorio. Tenía un apetito voraz, las termitas y las hormigas le temían. Si no fuese porque sus nidos estaban construidos de forma robusta y porque estos insectos se defendían muy bien, mordiéndola y aguijoneándola, Matilde los destruiría completamente.
Su mejor estrategia, era irrumpir en los nidos cuando nadie lo esperaba, así alcanzaba a comer gran cantidad de insectos, antes de que tuviese que retirarse a causa del dolor que le producían los ataques de las hormigas o termitas soldados.
De ahora en adelante, tendría que hacerlo todo con mayor cuidado, puesto que llevaba a su criatura a cuestas. También, quería que ésta aprendiera rápidamente a reconocer el olor de sus alimentos y la forma correcta de acceder a ellos.
Animales como ella son fundamentales para todo el funcionamiento del medio ambiente en donde viven. Cuando Matilde come hormigas y termitas, está controlando las poblaciones de estos insectos, quienes en números muy elevados son extremadamente dañinos para la vegetación de la cual dependen muchos otros seres vivos.
Una curiosidad de Matilde y los de su especie es su fascinación por tomar baños. Sin lugar a dudas es algo que ella empezó a enseñarle a su pequeña cría en los días siguientes. Quizá, es una conducta que siguen para deshacerse de insectos adheridos a su pelaje o para refrescarse, nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo único que es posible ver de sus aventuras en el agua, es su entusiasmo al darse un chapuzón.
Su obsesión por el agua era tal, que en temporada seca, cuando en algunos sitios escaseaba, ella solía usar sus garras para cavar hoyos en el suelo hasta encontrarla. Como si fuese un servicio social, los pozos que dejaba en el camino eran utilizados como abrevadero por otros animales para apagar su sed.
A medida que pasaban las semanas, la madre y su cría se acoplaron a su rutina de forrajeo. Esta rutina consistía en salir a comer insectos en las horas de menos calor, a veces hasta bien entrada la noche.
Un día ventoso, llegó hasta ella un aroma particular. Pocas veces lo había sentido en su vida, pero de inmediato supo que era. Levanto su vista y pudo distinguir un brillo incandescente. ¡Era fuego! No podía dejarse atrapar por las llamas. Su pelaje era inflamable y si se dejaba alcanzar por el fuego, tendría pocas oportunidades de escapar con su cría.
Varios de sus conocidos habían muerto a causa de los incendios, por eso, empezó a caminar fuera de su territorio con mucho pesar. Tendría que buscar un nuevo terreno dónde establecerse al menos temporalmente. Aunque ya empezaba a caer la oscuridad, siguió adelante.
Temprano en la mañana, la madre había pasado los límites de su territorio normal con su cría al lomo. Estaban fuera de peligro. Caminó un par de horas más y reconoció estar en el territorio de su vecino, el oso Fernando. Luego vio una sombra oscura en la distancia. Supo que era él y se dispuso a alcanzarlo con paso firme.
El macho también la vio y se acercó a saludar. Tenía dos grandes cortadas a medio curar sobre el lomo. Le contó a Matilde que se había peleado con otro macho. Este había venido a usurpar su territorio. Afortunadamente, logró ahuyentarlo y sobrevivir a pesar de las dolorosas heridas que le había dejado el enfrentamiento. Al contrario de las hembras, los machos de esta especie no podían convivir juntos.
Después de haberlo escuchado, ella le presentó a su bebé. Fernando se acercó a olfatearlo, pero la cría se asustó y le enganchó el hocico con sus pequeñas garras para protegerse. Pensó que un feo monstruo se acercaba para devorarlo. Los mayores se rieron al ver esa reacción. Fernando le dijo a Matilde que su cría sería un oso fuerte y valiente al crecer.
Los osos hormigueros gigantes no son animales muy sociales entre sí, solamente se juntan durante algún tiempo para aparearse, fuera de esas circunstancias sus encuentros son breves. Al poco tiempo, Matilde se despidió de su amigo.
Antes de proseguir, Fernando le advirtió de la presencia de un animal que parecía peligroso en los alrededores. Él no sabía bien que era, pero le recomendó que estuviese alerta. Sea lo que sea, iría primero por su bebé. Ella le agradeció y continuó con su camino.
Tenía que alejarse del territorio de Fernando porque de otra forma no habría alimentos suficientes para todos. Se dejó guiar únicamente por su olfato un buen trecho del camino.
Llegó hasta una superficie negra y compacta, con líneas claras atravesando todo cuán larga era. Del otro lado de esa superficie, se veía una zona prometedora. Podía sentir el aroma de los termiteros esperando por ella.
De repente una vibración la hizo reaccionar. Algo se aproximaba a gran velocidad. Lo que se acercaba lanzó un sonido estridente, no se parecía a nada que ella hubiese escuchado antes. El objeto chilló una vez más desesperadamente. La osa se asustó y se levantó en las patas traseras, mostrando sus garras delanteras, para hacerle frente a lo que viniera.
Un objeto voluminoso y caliente se detuvo a pocos metros en frente suyo. Matilde se estuvo en su posición de defensa unos segundos más y al no ver reacción del objeto, cruzó rápidamente hacia el otro lado.
Había pasado sobre una vía. Por fortuna, el conductor del vehículo se detuvo a tiempo para dejarla pasar. Sin embargo, no todos los osos hormigueros corren con la misma suerte y en su afán por conseguir alimentos y agua, muchos terminan atropellados en las carreteras cada año.
Cuando hubo examinado el otro lado, así como su olfato le había indicado, encontró montones de termiteros de los cuales alimentarse. Era una buena ubicación para terminar de criar a su bebé en los meses siguientes.
A medida de que su pequeño crecía, así mismo, iban disminuyendo las veces en las que ella lo acicalaba. Esa era la forma adecuada de ir rompiendo el lazo de dependencia entre madre e hijo. Ambos sabían que en menos de nada les llegaría el momento de despedirse.
Aquí, un pequeño vídeo de una mamá osa hormiguera y su cría, producido por Inside Edition en el zoológico de Miami.
Una noche en que madre e hijo dormían, La osa hormiguera se despertó asustada sin ningún motivo aparente. Sentía que algo los acechaba pero no podía ver qué era. A pocos metros un animal trataba de entrar sigilosamente a los matorrales entre los que ellos se encontraban.
La cría notó la agitación de la madre y se puso alerta. En ese momento, una garra apareció por entre las ramas y trató de asir al bebé. Este emitió un chillido y Matilde se volteó para encarar lo que estaba tratando de agredirlos.
No tenían adonde huir, fuera lo que fuera, sería más rápido que ellos. La situación era de extremo peligro y la única opción en ese momento, era la de pelear para sobrevivir.
Gran alboroto se levantó en la madriguera. Un forcejeo y luego gruñidos de dolor salieron del lugar. Era el animal que Fernando le había mencionado: un jaguar. Matilde logró asestarle un fuerte golpe con las garras. Sangrando, el jaguar huyó del sitio.
Los osos hormigueros no son de naturaleza violenta, pero saben defenderse bien cuando se les acorrala. Su depredador natural es el jaguar y afortunadamente pueden hacerle frente si lo descubren a tiempo.
Después de ese último incidente, la madre y el hijo disfrutaron el tiempo que les quedaba juntos. Haber pasado por tantas situaciones fuera de lo común, lo hizo crecer fuerte y sabio.
Terminados esos diez meses bajo los cuidados de mamá. El joven estaba listo para independizarse. Matilde podía considerarse una madre exitosa en aquel momento. Dio todo de sí por su hijo y lo acicaló por última vez. El joven oso hormiguero se despidió de ella y dándole la espalda salió a la búsqueda de su propio territorio.
Así pasa la vida para los osos hormigueros gigantes, transitan de hormiguero en hormiguero a pesar de los obstáculos en el camino. Son animales asombrosos y el verlos genera gran emoción. Tienen un carisma único y sin embargo, son vulnerables a desaparecer en el futuro cercano debido a la intervención humana en su medio natural. La cacería, la apertura de vías y los incendios provocados acaban con la vida de muchos de estos animales anualmente.
Ayudarlos requiere de la puesta en acción de políticas estatales en los países dónde estos viven. No obstante, si vives en Centroamérica o Suramérica, puedes aportar tu granito de arena. Quédate atento a las señales en las vías que indican la presencia de estos animales al atravesar por sus territorios. Disminuye la velocidad y respeta a cualquier oso hormiguero que se encuentre cruzando el camino. Esa es tu mejor forma de colaborar a la conservación de esta maravillosa especie.
Este cuento fue producido empleando la información contenida en la evaluación del riesgo de extinción para la lista roja de la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) de esta especie, además de otras fuentes referenciadas a continuación:
Miranda, F., Bertassoni, A. & Abba, A.M. 2014. Myrmecophaga tridactyla. The IUCN Red
List of Threatened Species 2014: e.T14224A47441961. http://dx.doi.org/10.2305/IUCN.UK.2014-1.RLTS.T14224A47441961.en
Shaw JH, Machado-Neto J & Carter TS. (1987). Behavior of Free-Living Giant Anteaters (Myrmecophaga tridactyla). Biotrópica: 19(3); 255-259.
Emmons LH., et al. (2004). Bathing Behavior of Giant Anteaters (Myrmecophaga tridactyla). Edentata,(6) : 41-43
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